gracia. La gracia no se oculta de la gente ni se esconde en una tienda. Además, a la gente común no se le permitía entrar a los precintos santos del templo ni del tabernáculo, y los sacerdotes sólo entraban hasta el velo. Solamente el sumo sacerdote entraba más allá del velo, y esto sólo en el día de la expiación (Levítico 16). Pero cada creyente en Cristo es invitado y aun animado a acercarse “confiadamente al trono de la gracia”. ¡Es un gran trono porque nuestro Gran Sumo Sacerdote ministra allí!
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